miércoles, 27 de enero de 2010

Termitero.



Beep Street, la calle de los blips, del trino del ritmo, timadores apostados en las palabras, esperando; abriendo bocas, los bolsillos hinchados de truenos leves. Hablando de tesoros de noches, abriendo cabezas de horas, rompiendo cristales de arena. El latido gemelo, el gemido especular, el rival del obsequio. Nadie en particular, dijo la secretaria.

Es hora de tomar un camino y empezar a cavar hacia la aparición del fuego. Cavar sin temor a la tierra, a las raíces ocultas, los seres de abajo. Es tiempo de ángeles, de alas y vuelos, aterrizajes forzosos fuera de plazo, del plan, del resto. Casi nada más excepto un horizonte muy cerrado, un grupo de imágenes sueltas, puede que unas ojeras, una frase entre horas. Y por supuesto, nada desconocido del todo.

En la frontera de cada mañana algo pasará entre el instante de abrir un ojo y olvidarlo todo antes del primer trago de café.

No hay comentarios:

Publicar un comentario