jueves, 20 de enero de 2011

Fail We May, Sail We Must




Aquellos días amenazaba caer el fin del mundo en cualquier parte. Algoa. Por ejemplo. Y allá se fueron, navegantes, peregrinos de la explanada, a completar la tarea de un círculo. A acariciar los sorbos al ras.

Aquellos días fueron más arriba de Robert Gardens. Pasaron más allá de la empinada cuesta apeldañada, donde el futuro meditó -salicílicamente- sobre la arqueología de la diversión casi inmediata. Las voces del pasado desierto, transcritas por el telégrafo de las risas, ampliaban el repiqueteo de los párpados.

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